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La microbiota resulta imprescindible para el mantenimiento de la salud de cada individuo a lo largo de la vida, ya que afecta al estado funcional del sistema nervioso, endocrino, homeostático e inmunitario. Si bien durante la etapa adulta la microbiota es más estable que durante la infancia (en la que una alteración de la misma se asocia a efectos a largo plazo en el desarrollo del sistema inmune y el crecimiento)-, la alimentación y el estilo de vida la pueden dañar y, a su vez, influir negativamente en el envejecimiento.