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Se estima que en los países desarrollados tan solo la mitad de los pacientes crónicos cumplen con su tratamiento; y esta cifra es incluso menor si nos referimos a patologías concretas con una alta incidencia, como la hipertensión, las dislipemias o algunos problemas de salud mental. Esta falta de adherencia se ha asociado a una disminución de la calidad y esperanza de vida debido a un peor control de la enfermedad y, por tanto, un incremento de las complicaciones. Esto repercute en un aumento del número de consultas, hospitalizaciones y pruebas complementarias a los pacientes, con el consiguiente incremento del gasto sanitario.