Desde su aparición en China en el año 2003 los cigarrillos electrónicos han irrumpido en el mercado mundial. El número de consumidores de este producto, también conocido como vapeadores, se multiplica día a día y las ventas de las empresas que los comercializan aumentan de año en año. Según datos de las asociaciones de empresas del sector del cigarrillo electrónico, en España existen unos 350.000 usuarios y es un mercado que está consolidando su crecimiento.
Los cigarrillos electrónicos son dispositivos que funcionan con baterías que calientan un líquido para producir un vapor que los usuarios inhalan, y han evolucionado como un grupo de productos desde su primera entrada en el mercado. Existen vapeadores de primera generación que se parecen a los cigarrillos, hasta dispositivos de segunda y tercera generación que permiten a los usuarios modificar características del dispositivo como voltaje. “Esta amplia variación en los productos y la capacidad de los usuarios para personalizar su experiencia”, explica el Dr. José Ignacio de Granda Orive, coordinador del Área de Tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), “hace que sea difícil evaluar la seguridad y la eficacia de los cigarrillos electrónicos como un grupo”.
Se cree que los cigarrillos electrónicos son probablemente menos dañinos que los cigarrillos de tabaco, porque exponen a los usuarios a menos productos químicos tóxicos. Sin embargo, no hay pruebas suficientes para cuantificar la reducción del riesgo cuando se utilizan. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que en este momento no se puede dar ninguna cifra específica con total credibilidad científica sobre cuánto “más seguro” es el uso de estos productos si se compara con el tabaquismo.
SEPAR reconoce la necesidad de una investigación de alta calidad en esta área. De hecho su “Declaración oficial sobre la eficacia, seguridad y regulación de los cigarrillos electrónicos”, publicada en la revista Archivos de Bronconeumología en 2014, ya hacía una llamada a la comunidad científica nacional e internacional a poner en marcha estudios clínicos amplios y de calidad. Desde entonces, SEPAR ha tomado distintas iniciativas en este sentido. La siguiente será un simposio en el marco del 50º Congreso SEPAR dónde el próximo 3 de junio se tratarán los pros y los contras de los cigarrillos electrónicos. El simposio, dirigido a neumólogos, cirujanos torácicos, internistas, generalistas, enfermería y fisioterapeutas interesados en el tema, tiene como objetivo profundizar con cuatro expertos internacionales en la seguridad y posibilidades para ayudar a dejar de fumar de los cigarrillos electrónicos.
Actualmente no hay pruebas suficientes para demostrar que los cigarrillos electrónicos son eficaces para ayudar a las personas a dejar de fumar. “No deberíamos hablar de productos más o menos tóxicos para la salud, sino de productos tóxicos para la salud”, opina el Dr. de Granda. “Desde el ámbito sanitario no nos parece un producto adecuado para su uso, ya que perjudica la salud y produce enfermedades. No es inocuo, es algo tóxico. Aconsejamos a los fumadores que quieren dejar su adicción que pidan una visita con su médico porque es quién les puede aconsejar sobre cómo hacerlo”.
Si bien no existe un estudio concluyente sí hay resultados que se replican en una serie de estudios que nos hacen obtener una idea de sus daños potenciales. Los cigarrillos electrónicos no están libres de riesgo y pueden exponer a los usuarios a sustancias químicas y toxinas a niveles que puedan causar efectos en la salud. Estos incluyen disolventes que pueden formar compuestos tóxicos o cancerígenos cuando se vaporizan. “Aunque estos se encuentran en concentraciones más bajas que en los cigarrillos de tabaco”, dice el Dr. de Granda, “los estudios han encontrado que a las dosis en los que se encuentran en los cigarrillos electrónicos son perjudiciales para la salud y algunos son cancerígenos”. Los líquidos o vapores de cigarrillos electrónicos también pueden contener sustancias químicas potencialmente nocivas que no están presentes en el humo de los cigarrillos de tabaco.
Los estudios también muestran que los vapeadores exponen tanto a los usuarios como a quien está alrededor a partículas que pueden empeorar enfermedades existentes o aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares o respiratorias. Un estudio de 2016 encontró que los síntomas más comunes reportados por aquellos pasivamente expuestos a los CE incluían dificultades respiratorias, irritación ocular, dolor de cabeza, náuseas y dolor de garganta o irritación de la garganta. La OMS ha advertido que la exposición a cualquier nivel de partículas puede ser perjudicial y que los niveles de exposición deben ser minimizados.
Existe la preocupación de que los beneficios potenciales de los cigarrillos electrónicos para reducir el daño a los fumadores puedan ser superados por los riesgos de que puedan socavar los esfuerzos para controlar el tabaco. Esto incluye el potencial de los cigarrillos electrónicos para proporcionar una puerta de entrada a la adicción a la nicotina o el uso de productos de tabaco. El reclamo de los cigarrillos electrónicos con sabores para niños y adolescentes también es motivo de preocupación. Varios estudios longitudinales han informado de una asociación entre el uso de cigarrillos electrónicos en los no fumadores y el tabaquismo futuro. Una serie de estudios también han informado de una asociación entre el uso de vapeadores en los no usuarios y el uso futuro de la marihuana o productos de tabaco como narguiles, cigarros o pipas.
En vista de las preocupaciones anteriores, la OMS ha recomendado que los responsables políticos actúen para prevenir el inicio del uso del cigarrillo electrónico por parte de los no fumadores y los jóvenes, prestando especial atención a la protección de los grupos vulnerables. En esta línea, SEPAR ya reclamaba en 2014, en su declaración oficial antes mencionada, que las autoridades sanitarias españolas regulasen los cigarrillos electrónicos y sus accesorios como una medicación: “de esta forma se controlaría el consumo indiscriminado del mismo que está ocurriendo en el momento actual, con el consiguiente peligro no solo para la salud pública, sino también para que los jóvenes se inicien al tabaco a través de él”.