La industria biofarmacéutica europea, clave tanto para la salud de los ciudadanos como para la economía de la Unión Europea, enfrenta riesgos significativos debido a aranceles, inestabilidad regulatoria y falta de incentivos, según el informe The Pharmaceutical Industry in Figures 2025 de la Federación Europea de la Industria Farmacéutica (EFPIA).
El sector invierte más de 52.000 millones de euros anuales en I+D, emplea a 950.000 personas, genera producción por 440.000 millones de euros, exporta por más de 700.000 millones y aporta 220.000 millones de euros a la balanza comercial europea. A pesar de estas cifras, Europa ha perdido competitividad en innovación: tras liderar la biofarmacéutica mundial hasta el año 2000, actualmente ocupa el tercer lugar detrás de China y Estados Unidos. En 2024, solo 18 de las 81 nuevas moléculas lanzadas al mercado provinieron de compañías europeas, frente a 28 de China y 25 de EE. UU.
El informe destaca que la producción de nuevos medicamentos es un proceso complejo, con un promedio de 12 a 13 años y una inversión superior a 3.000 millones de euros por medicamento, donde solo una o dos de cada 10.000 sustancias sintetizadas alcanzan el mercado.
Entre los factores que amenazan la competitividad europea se incluyen los aranceles sobre exportaciones a EE. UU. (estimados en 18.000 millones de euros), la incertidumbre regulatoria europea, los costes derivados de la inflación y de conflictos geopolíticos, y la creciente inversión de empresas farmacéuticas en plantas productivas fuera de Europa, principalmente en EE. UU.
“La industria farmacéutica es un pilar estratégico para Europa y necesita un marco comercial estable que impulse la inversión y el desarrollo de nuevos tratamientos”, afirma Icíar Sanz de Madrid, directora del Departamento Internacional de Farmaindustria. Según el sector, fortalecer la propiedad intelectual, agilizar el acceso a la innovación, reducir trabas regulatorias y ofrecer incentivos a la investigación biomédica son medidas clave para recuperar competitividad y retener talento e inversión en Europa.
El informe subraya que el desafío de las próximas décadas no es si la innovación biofarmacéutica ocurrirá, sino dónde se desarrollará, y que la ausencia de incentivos podría impactar directamente en el bienestar y la autonomía estratégica de la Unión Europea.