El Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos advierte de que el uso extendido del término “protector de estómago” para referirse a algunos medicamentos antiulcerosos, en particular a los inhibidores de la bomba de protones (IBP) como el omeprazol, puede inducir a error a la población y fomentar un uso inadecuado de estos fármacos. Según el organismo, esta denominación equivocada lleva a que muchas personas interpreten que sirven para prevenir las digestiones pesadas tras los excesos alimentarios, cuando en realidad su función es reducir la secreción de ácido gástrico en patologías específicas.
El Consejo recuerda que durante las vacaciones es frecuente caer en desequilibrios nutricionales y excesos que provocan síntomas digestivos como pesadez, hinchazón, gases, reflujo o ardor. Para estos casos existen diversos medicamentos de dispensación en farmacia sin receta —como simeticona, carbón activado, laxantes puntuales, antiácidos o alginatos— siempre bajo el consejo del farmacéutico, que permiten tratar de manera adecuada cada síntoma.
En el caso de los IBP, el uso prolongado o en dosis elevadas puede aumentar el riesgo de reacciones adversas como la reducción de niveles de vitamina B12, magnesio y calcio, lo que se asocia con anemia, debilidad muscular, calambres o incremento del riesgo de osteoporosis y fracturas. Por ello, el Consejo insiste en que deben emplearse solo en las indicaciones autorizadas, a la menor dosis eficaz y durante el menor tiempo posible, siempre con asesoramiento sanitario y con una reevaluación anual si el tratamiento es prolongado.
En el caso del omeprazol de dispensación sin receta, la pauta indicada es de 20 mg una vez al día durante un máximo de 14 días, preferentemente por la mañana antes del desayuno. Si no se aprecia mejoría tras una semana de tratamiento, el paciente debe acudir al médico.
Más allá del uso de fármacos, el Consejo General pone el foco en la importancia de adoptar medidas higiénico-dietéticas para prevenir digestiones pesadas: reducir el consumo de ultraprocesados y alcohol, aumentar la ingesta de frutas, verduras y fibra, fraccionar las comidas en porciones más pequeñas, masticar con calma, cocinar de forma más ligera y mantenerse bien hidratado, además de realizar ejercicio moderado.
“El farmacéutico, como experto en el medicamento, es clave para guiar a los ciudadanos hacia un uso responsable de los tratamientos disponibles y para promover hábitos saludables que reduzcan la necesidad de recurrir a ellos”, concluye el Consejo.