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“Hoy no he podido dispensar, y encima…”

Carta de Antoni Torres en la que expresa su preocupación por el abastecimiento de mascarillas y su experiencia de la gestión de la pandemia tras el mostrador.

Hoy quiero recordar todo lo que hemos vivido desde la declaración de pandemia el pasado mes hasta hoy, día en el que se ha fijado el precio de las mascarillas quirúrgicas, y sin saber que nos depara el futuro, tanto en lo personal y familiar, como en el ámbito de la farmacia, con las personas que colaboran con nosotros y nuestros clientes. Hemos perdido a seres queridos, amigos, compañeros o, por suerte, a nadie, pero todos vemos y padecemos por lo que está pasando. Padecimientos que nos generan angustia, miedos e incertidumbre.

Además, este lunes, 20 de abril, y ahora hablo en primera persona, pero seguramente la mayoría de vosotros lo compartiréis conmigo, ha sido probablemente uno de los días más duros que he vivido como farmacéutico en 32 años de profesión, porque no he podido cumplir con mi misión fundamental, dispensar la medicación a los pacientes que han acudido a mi farmacia. Y esto mismo lo hemos vivido todos en toda Cataluña. “Mal de muchos, consuelo de tontos” no es ni consuelo, ni excusa, ni me tranquiliza.

El plan de entregar mascarillas desde las farmacias tiene en sí mismo un gran valor en la lucha contra la pandemia, puesto que sumar la capacidad profesional de consejo sanitario con la capilaridad territorial y credibilidad permite difundir el conocimiento y reglas de comportamiento para mejorar rápidamente los hábitos de prevención de contagio y cuidado de los confinados. Así como garantizar la disponibilidad de mascarillas a toda la población, en condiciones equitativas y en caso necesario conocer los grupos familiares, como poblacionales y personales que las han retirado y combinarlo con posibles brotes de infección. Datos de gran valor obviamente, que la oficina de farmacia recoge e informa, y avanzando el coste de cada primera mascarilla gratuita que estamos entregando sin pedir nada a cambio.

Más allá de la caída del sistema informático, y sin entrar en detalles técnicos de porqué se ha colapsado, me gustaría expresar que las prisas nunca son buenas consejeras, y que la buena voluntad por parte de todos, de querer doblegar la curva de contagios, presionó y redujo los plazos hasta el extremo de tener que hacer los ajustes, siempre necesarios, de los sistemas informáticos “in vivo”. La buena voluntad, si lleva a la sobrepresión y nos separa de la realidad, desemboca en el colapso que hemos vivido.

Además, hoy tenemos la comunicación de que el precio de las mascarillas quirúrgicas se fijará en 0,96 €. Y a falta de que se publique en el BOE, una nueva medida aplicada con buena voluntad, para controlar el precio al público para prevenir que la farmacia no sea utilizada para materializar ganancias especulativas de agentes ajenos al sector y para garantizar la calidad del producto, puede generar de nuevo muchos problemas de suministro, no existiendo oferta de producto coherente con los precios permitidos.

Si la regulación es de aplicación inmediata, siento que nuevamente se trata al farmacéutico con una desconsideración que no merece, dado que como profesionales sanitarios vocacionales que somos, nos guía la salud de las personas, y en un mercado desprovisto de mascarillas y en el cual no era posible encontrarlas por los canales habituales, y en el cual priorizamos la entrega de las disponibles a los profesionales a pie de cama, cada farmacéutico ha tenido el mismo dilema ético: comprar o no comprar a precio excesivamente alto; ofrecer un producto necesario, obviamente a un precio elevado, o no permitir que los ciudadanos pagaran claramente precios abusivos, esperando entretanto que las mascarillas llegaran desde la nueva distribución centralizada, hecho que justo ha comenzado a suceder, eso sí, sin contar con la farmacia en la mayoría de casos y perdiendo así una valiosa información y equidad en la distribución.

Aquellos que optaron por dar servicio y comprar se encuentran ahora que tienen existencias, y que o bien mantienen los precios siendo tildados de vete tú a saber, o tendrán que vender por debajo del precio de coste, añadiendo más pérdidas o simplemente no vendiendo hasta conseguir mascarillas quirúrgicas a precios ajustados y poder venderlas a 0,96 €, cosa que muy probablemente generará nuevos desabastecimientos por la dificultad de comprar.

Pedimos incrementar la sensibilidad y reconocimiento por lo que respecta al papel sanitario de la farmacia, presencia para ser escuchados por quien corresponda en cada momento y que nuestra opinión sea tenida en cuenta como la del resto de profesionales, puesto que, como el resto, estamos implicados hasta los tuétanos. Únicamente sensibilidad y reconocimiento, ni siquiera agradecimiento, aunque lo valoro, y mucho, cuando el respeto y agradecimiento han existido.

Respeto por la buena y gran tarea hecha por cada miembro del equipo de cada farmacia, por el Consell de Col·legis de Farmacèutics de Catalunya (CCFC) y sus equipos, por toda la distribución mayorista, buena parte de los laboratorios, instituciones como Pimec y otros asesores y por los miembros de la misma FEFAC. Todos hemos hecho piña para quitar presión asistencial al Sistema de Salud, para facilitar el cumplimiento del confinamiento a los usuarios, para explicar la información que ni el enfermo ni el cuidador sabían o no recordaban y ayudarlos a reducir o eliminar miedos y angustias. Y todo esto únicamente con medios propios de protección y anímicamente sobre nuestras espaldas y las de nuestros equipos, como otros, pero también de las nuestras.

No quiero bajo ningún concepto terminar esta carta con sabor a reproche, porque hoy, más que nunca, surge del corazón más que del análisis, y porque también considero que hay que agradecer muchos hechos y acciones.

Muchas gracias a los clientes que han confiado en nuestra tarea, y que en momentos complicados también han aportado su grado de comprensión o nos han dicho aquellas palabras que nos han llegado al corazón y emocionado, junto con los aplausos de las 20:00, que también sentimos como propios.

Muchas gracias a los responsables que han respondido siempre al teléfono o al mensaje, aunque fuera a deshoras, a los amigos y familiares que nos han cuidado, y consentido, después de jornadas muy y muy intensas de trabajo y emocionalmente, y a los compañeros con los que, aún sin conocernos, hemos colaborado de forma espectacular.

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