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Consejos para combatir la ansiedad y el estrés de los niños

Consejos para combatir la ansiedad y el estrés de los niños.La prevalencia tanto de la ansiedad como del estrés va en aumento en las sociedades desarrolladas –y en edades cada vez más tempranas–, y numerosos estudios asocian ambas patologías a distintos p

El Servicio de Orientación del Colegio de San Francisco de Paula, en Sevilla, ha desarrollado distintos talleres dirigidos a reducir la ansiedad asociada a la toma de decisiones. Recientemente, recopilando algunas de las experiencias y conclusiones vividas en esos talleres, acaba de publicar una serie de pautas, aclaraciones y recomendaciones para las familias a fin de combatir la ansiedad de sus hijos, y prepararlos para que sepan gestionar las situaciones estresantes cuando lleguen a adultos. Son las siguientes:

  1. No es lo mismo estrés que ansiedad. El estrés se produce como reacción a una situación ante la que el individuo se ve desbordado en sus capacidades. La ansiedad anticipa el temor ante una situación que aún no se ha producido, su origen está en la intranquilidad por algo que no ha sucedido aún pero que se imagina que va a suceder, y por tanto puede decirse que tiene una causa más difusa. Los síntomas de ambas patologías son, sin embargo, parecidos, y de ahí que ambos conceptos se confundan y relacionen. Ambos pueden tornarse perjudiciales para el organismo, afectando al sistema inmune, sistema digestivo, sistema cardiovascular y también al rendimiento cognitivo.
  2. El amor es el mejor antídoto contra la ansiedad, el estrés y el miedo. Suena fácil, pero en la práctica ese amor hay que demostrarlo en muchas situaciones y a todas horas, incluso cuando no estamos para nada, solo para acostarnos o descansar. El amor se les demuestra haciéndoles sentir que estamos mejor con ellos que sin ellos, y que nos gusta su compañía. El niño percibe amor cuando nos interesamos por sus juegos, y por sus problemas, y por sus amigos, y cuando sus limitaciones no nos importan, y no son el argumento para compararlos, y cuando les dejamos claro que seguimos queriéndolos aunque se porten mal, y aunque tengamos que castigarlos.
  3. Confianza, autoestima y autonomía. Hay que mostrar confianza en nuestros hijos, y enseñarles a que creen en ellos y en su capacidad de superación, potenciándoles la autoestima y ayudándolos a ser cada vez más autónomos. Resolverles sus problemas, evitándoles cualquier preocupación, tampoco es la fórmula, y de hecho no les hacemos ningún favor, ni los queremos más, enfrentándonos por ellos a sus dificultades. Con nuestro apoyo, son ellos los que deben resolver sus problemas y sus agobios del día a día. Protección, sí. Sobreprotección, no.
  4. Corregirle, sí, y elogiarle, también. Potenciar la autoestima nuestros hijos no es decirles bien a todo, ni hacerles creer que son infalibles. La tolerancia de la frustración es fundamental. Y aceptar las correcciones de otros, también. Debemos hacerle ver que nuestras correcciones no son a la persona, sino a sus actuaciones. Igualmente es importante elogiarles por sus avances, pues si nos centramos sólo en lo que hacen mal, su autoestima y confianza se verán mermadas.
  5. Hablar, hablar y hablar. Y escuchar, que el niño pueda expresar sus sentimientos, y que perciba que esos sentimientos y opiniones nos importan y nos la tomamos en serio, que nos preocupa cómo se siente. Contarles cómo nos sentimos nosotros, como padres, de vez en cuando, tampoco es mala idea, para que ellos vean que nosotros también compartimos nuestros sentimientos, y que es normal hacerlo, no es una cosa de niños. Si nosotros como padres contamos con ellos para expresarnos y desagobiarnos, ellos contarán con nosotros.
  6. Vencer los miedos. No hay que evitar que los niños se enfrenten a sus miedos, sino ayudarlos a afrontarlos y superarlos, porque sólo afrontándolos se darán cuenta de que no hay nada que temer. El miedo aumenta cuando sistemáticamente se eluden los acontecimientos que generan ansiedad. La mejor manera de superar el miedo a pasar la noche fuera de casa o a volar, es pasar la primera noche fuera y realizar el primer vuelo. La mejor manera de superar el miedo a los exámenes o hablar en público es incorporarla a la rutina de los días, sin darles mayor importancia.
  7. Ensayar las situaciones. Cuando los problemas o situaciones que causan ansiedad están identificados y localizados, ensayar esa situación puede ser una muy buena idea. Si a tu hijo pequeño lo han nombrado llavero de la clase y esa designación le causa ansiedad, darle las llaves del portal de casa para que se vaya habituando puede ser una forma de entrenarlo en su nueva responsabilidad para que la asuma sin temor.
  8. Hábitos sanos que favorecen la relajación. Una alimentación y una actividad física adecuada, con tiempo de ocio dedicado al deporte y a los amigos, y no sólo a Internet y los dispositivos móviles, una y una rutina proporcionada a la edad de horas de descanso, sueño y trabajo, favorecen indudablemente el equilibrio emocional, evitando los episodios de estrés y ansiedad.
  9. Ser un ejemplo. Los niños no imitan lo que sus padres les dicen, sino lo que ven en ellos. Si ven a sus padres estresados, conectados todo el día al móvil, sobrecargados de trabajo y estando en casa sin estar, lo más probable es que esa tensión se contagie a los niños. Igualmente, si los niños ven que aplazamos nuestros problemas, que ocultamos nuestros sentimientos y en suma que vivimos la vida con ansiedad, ellos aprenderán inconscientemente a afrontarla de la misma manera.
  10. Ajustar las expectativas. Situarlas en relación con sus capacidades, ajustando sus ritmos y la presión de las actividades extralectivas y de las notas, a sus capacidades y necesidades. Sí, es difícil, pero hay un barómetro infalible: ¿se le ve contento habitualmente?
  11. Una técnica de utilidad en cinco pasos. 1) reconocer el problema con nuestro hijo, haciéndole ver que las situaciones problemáticas son algo normal en la vida diaria y que la mejor manera de enfrentarse a ellas no es inhibiéndose ni dejándose llevar por los impulsos; 2) describir con detalle la situación problemática (quién, dónde, cuándo, cómo…), explicándole que el problema real no es la situación, sino cómo se responde a ella; 3) buscar con nuestro hijo todo tipo de respuestas alternativas al problema, cuantas más mejor, sin excluir ninguna, por absurda que nos parezca; 4) ayudarle a elegir una, después de analizar las ventajas y desventajas de todas; y 5) animarle a ponerla en marcha, evaluando con él los resultados y elogiándole sus avances.
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