Cómo hablar del Alzheimer con los más pequeños de la casa
La Fundación Pasqual Maragall ofrece pautas orientativas y recomendaciones para abordar con los niños y adolescentes la enfermedad de un ser querido.
La Fundación Pasqual Maragall ha elaborado también una serie de consejos para abordar la relación de los más pequeños con sus seres queridos afectados de Alzheimer. A pesar de que no existe una fórmula única ni válida para todas las circunstancias, aconseja tener presente:
- Dar la información de forma clara y concisa. Es importante que entiendan que la conducta de su abuelo es consecuencia de una enfermedad y no algo intencionado, ni una falta de consideración hacia ellos. De esta manera, no se sentirán incómodos si, por ejemplo, el abuelo se equivoca con su nombre, o si se enfada sin motivo aparente. Además, hay que poner énfasis en las cosas que la persona enferma aún puede hacer, y animar al niño o adolescente a ayudarla y a colaborar con ella. Y siempre quedará el recurso del humor: saber reírse ante ciertas situaciones puede resultar muy terapéutico.
- Adaptar la información a la edad del interlocutor. Como se ha detallado anteriormente, la información tiene que transmitirse de manera simple y adaptada a la edad, porque no es lo mismo dirigirse a un niño de 4 años, que a uno de 12. Debemos ajustar los términos para facilitar la comprensión de la enfermedad, y animarlos a plantear dudas y preguntas. Procuraremos ser pacientes en las respuestas y explicaciones, repitiéndolas si es necesario, o bien buscando alternativas para facilitar la comprensión.
- Buscar el momento más adecuado. Es importante saber esperar al momento más oportuno y relajado, con tiempo por delante, para tratar el tema y atender sus reacciones. Es primordial dejarles espacio para que hagan preguntas y poder captar sus inquietudes y temores, y ayudarles a gestionarlas. Un cambio evidente de conducta, como que el abuelo ha dejado de conducir, puede ser una buena manera de iniciar la conversación.
- Permitir que afloren sus sentimientos, sin juzgarlos. El proceso de adaptación a la nueva realidad debe ser lo más natural posible. Por eso es vital facilitar que expresen sus sentimientos, haciéndoles entender que no es nada malo, y que les podemos ayudar a comprender las cosas. Asimismo, hay que empatizar con ellos, entendiendo la vivencia desde su perspectiva. Y dejarles claro que ellos no tienen ninguna responsabilidad en lo que le sucede a su ser querido.
- Pensar actividades para realizar conjuntamente. Es un buen recurso para propiciar el acercamiento entre el niño y el familiar afectado. Las tareas rutinarias o automatizadas pueden ser una buena opción, como doblar la ropa, poner la mesa o regar las plantas. Actividades que evoquen al pasado, como mirar fotografías, escuchar música o ver alguna película antigua también beneficiarán la relación entre ambos. Y les enseñará que el Alzheimer no es ningún obstáculo para disfrutar conjuntamente.
- No forzar las situaciones. Si el niño está asustado o incómodo ante cualquier conducta del abuelo, no intentemos rejuntarlos inmediatamente. El rato que vayan a pasar juntos debería ser lo más agradable posible, por lo que debemos encontrar momentos para hablar y explicarles cómo abordar las situaciones que más les angustian. Si no se sienten preparados, es mejor evitarlas. Además, nos mantendremos atentos a cualquier situación que requiera supervisión. No podemos responsabilizar a niños o adolescentes de aquello que no están preparados para asumir.