Si en algo se diferencia la dieta atlántica de la mediterránea es que en la primera hay una mayor ingesta de proteínas en detrimento de los hidratos de carbono. Los productos tradicionales de la zona atlántica tienen una importante concentración de ácidos Omega 3, que están en las membranas que protegen nuestras células de la degeneración propia de la edad, y también juegan un papel destacado en la protección cardiovascular.
- Consumo de tres a cuatro veces por semana de pescados y mariscos (moluscos y crustáceos), que constituyen la gran reserva natural del Atlántico.
- Se recomienda el consumo de pan elaborado con harinas integrales o de grano entero, y tomar patatas, preferentemente cocida.
- Consumo alto de frutas y hortalizas. Entre estas últimas destacan el repollo, las berzas, los grelos y las nabizas, aunque también están presentes las judías, pimientos, cebollas, zanahorias, guisantes y ajos. También el uso del aceite de oliva sobre todo para aderezar en crudo.
- Ingesta diaria de productos lácteos, tanto en forma de leche, como en derivados fermentados con beneficios adicionales.
- Consumo de carne roja, eso sí, con moderación.
- Ingesta abundante de líquidos, especialmente agua, aunque no podemos olvidar el vino que se consume siempre con las comidas.
- Sencillez en la preparación de los platos para mantener la calidad de las materias primas y su valor nutritivo. Las técnicas culinarias más empleadas son la cocción y la plancha ya que mantienen mejor las características sensoriales de las materias primas de la dieta atlántica.