Cada año el primer viernes de octubre se celebra el Día Mundial de la Sonrisa, una jornada que muchos aprovechan para mostrar su cara más amable, tanto en el trato directo como a través de las redes sociales. Esta acertada idea nació en 1999 de la mano del diseñador gráfico Harvey Ball, creador de uno de los iconos del siglo XX, la smiley face. Su esquemático dibujo de una cara amarilla sonriendo nació en 1963 y pronto se popularizó en todo el mundo. En el siglo XXI, lejos de languidecer, se ha convertido en un referente cotidiano, pues en él se inspiran los socorridos emoticonos. Bell pensó que sería bueno dedicar un día a la cordialidad, a difundir la alegría y a recaudar fondos para aquellos que lo tienen más difícil para sonreír.
Los cánones de belleza varían según la época, la cultura o, sencillamente, dependiendo del gusto de cada uno. Sin embargo, hay un patrón de belleza que permanece inalterable en todas las sociedades y a lo largo de la Historia: el atractivo de una sonrisa. Mostrar una sonrisa blanca y saludable es la mejor arma de seducción. Así lo reconocen hombres y mujeres al afirmar que es uno de los factores que más tienen en cuenta al valorar el físico ajeno. Contra lo que podría creerse, los jóvenes son los que más acuden a la consulta del dentista. Es la conclusión que se desprende de la Encuesta de Condiciones de Vida, publicada el pasado mes de julio por el Instituto Nacional de Estadística. Y es que este es el sector de la población en el que existe una mayor concienciación de la importancia de la salud bucodental y de aspectos estéticos como una correcta alineación de los dientes o su blancura.
El esmalte de nuestros dientes es poroso y va absorbiendo sustancias que, con el paso del tiempo, modifican su color. El consumo habitual de café, tabaco o vino acentúan el problema. Para mantener nuestros dientes blancos y sin manchas es imprescindible utilizar un dentífrico que, además de reparar y proteger, tenga un efecto blanqueador.